Aquí donde las aldeas nacen y caen, donde las fronteras se dibujan con sangre y acero, dejé algo más que tropas y recursos: dejé recuerdos.
Fueron años de guerras interminables, noches sin dormir, planes al amanecer y despedidas al anochecer. En cada aliado encontré un amigo; en cada enemigo, un maestro.
Hubo victorias que celebramos como si fueran eternas, y derrotas que nos enseñaron a resistir cuando parecía que no quedaba nada. Pero lo más valioso nunca fueron las conquistas ni los puntos, sino las historias que recordamos y los amigos que perduran.
A los que lucharon a mi lado, gracias por compartir este viaje; a los que vendrán, que encuentren aquí no solo huellas de antiguas batallas, sino también inspiración para forjar una nueva historia.